jueves, 13 de agosto de 2015
lunes, 3 de agosto de 2015
Cuentos de Guatemala
EL CARRUAJE DE LA MUERTE
Cuenta que el carro de la muerte aparecía durante las noches y
anunciaba la muerte de alguna persona. También cuentan que se parqueaba frente
a las casas y se llevaba al fallecido.
Después de un largo y arduo día de trabajo en el campo, Mario se dirigía
a su casa en la ciudad. Ya casi anochecía y caminaba de prisa. Poco antes de
llegar a su casa escuchó el sonido de un carruaje muy cerca, lo que era muy
normal en aquella época, pero este sonido era diferente, sintió mucho temor.
Corrió y decidió esconderse en el parque, detrás de los árboles.
El sonido del carruaje se escuchaba cada vez más cerca, pero a la vez
daba la impresión de que nunca llegaba y la espera se hacía interminable.
Sin darse cuenta, Mario pasó la noche en el parque. De repente, despertó
por el frío que sintió y recordó lo ocurrido la noche anterior y en ese momento
pensó que temerle a un carruaje había sido algo absurdo. Se levantó y fue a su
casa.
Los días pasaron y Mario no podía olvidar lo ocurrido, así que decidió
contárselo a un amigo.
Al escucharlo el amigo también le compartió lo que contaba la gente al
respecto. “Dicen que por las noches se escuchaba a un carruaje ir a toda
velocidad y que iba recogiendo a la gente que moría, era conocido como El
Carruaje de la Muerte”. Al finalizar el relato añadió: “Posiblemente todo
esto es un invento de la gente, no hay que hacer caso”.
Mario no se quedó tranquilo y junto con su amigo decidieron esperar esa
noche, al carruaje y así confirmar si los rumores eran ciertos.
Se encontraban en parque bajo la noche fría y solitaria cuando
comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje. Poco a poco pudieron verlo,
cada vez más cerca. Y en efecto, se trataba de un carruaje negro, tirado por
caballos negros y con un conductor vestido completamente de negro.
Igual que la primera vez, el carruaje tardaba en llegar hasta donde
ellos se encontraban.
Cuando por fin el carruaje estaba frente a ellos, el conductor los
observo fijamente y ambos hombres se desmayaron. A la mañana siguiente,
despertaron de frío y desde entonces, tanto Mario como su amigo, se esconden
donde pueden cada vez que escuchan el sonido de un carruaje, sobre todo por las
noches.
EL CADEJO
Cuando la soledad y la afición acongojan el corazón de alguna alma
apesadumbrada que trata de olvidar su dolor con el alcohol, entonces aparece el
acompañante idóneo que no se separa de el hasta lograr aliviar su
dolor y su pana hasta ganarlo con una muerte repentina.
Este espíritu protector, mejor conocido como el cadejo, que se presenta como “un perro negro con casquito de cabra y ojos y aliento de fuego”. El personaje que persigue y protege a los bolos. El cadejo gris cuida a los niños solos y el cadejo blanco es el protector de las mujeres solas, abandonadas y viudas.
Se dice que este ser maligno acompaña “a los bolos”, pero si llega a lamerles la boca, los sigue por nueve días y no los deja en paz hasta que se mueren. Entonces se, lleva su alma.
Cada vez que sea un perro negro detrás de un hombre no te confundas, puede ser que sea el cadejo….
Este espíritu protector, mejor conocido como el cadejo, que se presenta como “un perro negro con casquito de cabra y ojos y aliento de fuego”. El personaje que persigue y protege a los bolos. El cadejo gris cuida a los niños solos y el cadejo blanco es el protector de las mujeres solas, abandonadas y viudas.
Se dice que este ser maligno acompaña “a los bolos”, pero si llega a lamerles la boca, los sigue por nueve días y no los deja en paz hasta que se mueren. Entonces se, lleva su alma.
Cada vez que sea un perro negro detrás de un hombre no te confundas, puede ser que sea el cadejo….
Las Zapatillas del Cadejo
El alba rayada de lila y palorrosa los volcanes y el horizonte de la ciudad.
En los árboles y arbustos de las plazas del teatro, de la victoria y en las plazuelas de los templos, cabeceaban miles de pájaros. El fresco de aquella mañana era intenso.
Sobre la calle del Ángel, en la fonda del calvario, sentada frente a una mesa de pino, tiritando de pesadumbre y sudando soledades, un hombre joven, profundamente demacrado, bebía en un pequeño vaso de herradura.
A su lado, un perro negro dejaba acariciar una oreja de manera descuidada. Las puertas de la fonda, recién abiertas al frescor de la mañana, permanecieron a la claridad colarse en su interior.
Tullido de frió, el hombre se restregó las manos. Engullo un trago más y saco del bolsillo interno de su raído saco unas zapatillas de ballet que en un tiempo fueron rosadas y ahora estaban lustrosas de tanta caricia. Las contemplo, las beso y las acaricio con esmero por largos minutos. Las dejo sobre la mesa del piano y extrajo luego un papel escrito, lo desdobló con ternura y cuidad, y lo leyó.
EL CANTO DE LA FLOR DEL AMATE.
El Progreso-Guastatoya don Domingo
Castillo, "contador de maravillas", de la aldea Casas Viejas, narra
el cuento "El Canto de la Flor del Amate", muy difundido y vigente en
todo el departamento. Asegura don Domingo Castillo que ese palo es encantado y
nunca da flor, pero cuando le entra el encanto si florece. "El encanto
sólo se abre la noche de la víspera del Día de San Juan y es necesario que haya
luna llena. El hombre o la mujer deben llegar al pie del árbol a las doce de la
noche para que les caiga el encanto". Y si al Encanto del Árbol le cae
bien la gente, les deja caer una flor y con ello los vuelve "suertudos en
el amor y con mucho dinero".
LA LLORONA
La llorona era una mujer indígena, enamorada de un caballero español o
criollo, con quien tuvo tres niños. Sin embargo, él no formalizó su relación:
se limitaba a visitarla y evitaba casarse con ella. Tiempo después, el hombre
se casó con una mujer española, pues tal enlace le resultaba más conveniente.
Al enterarse, la Llorona enloqueció de dolor y mató a sus tres hijos en el río.
Después, al ver lo que había hecho, se suicidó. Desde entonces, su fantasma
pena y se la oye gritar "¡Ay, mis hijos!" (o bien, emitir un gemido
mudo). Suele hallársela en el río, recorriendo el lugar donde murieron sus
hijos y ella se quitó la vida. Se dice que la Llorona no puede llevarse el alma
de una persona si ésta usa la ropa interior al revés. También se cuenta que
cuando a la Llorona se la escucha que está muy lejos, es porque está cerca, y
cuando se escucha cerca, es porque está lejos.
EL ORIGEN DEL MAIZ
Otro tipo de leyendas son las del origen del maíz, como en todas las
etnias máyense. Así, entre tanto, los Ajtziij Winaq cachiqueles de San
Antonio Palopó, narran que en tiempos antiguos no conocían el maíz y en el
pueblo pasaban mucha hambre.
Ellos sabían que otras comarcas ya los tenían. Entonces los ancianos rezadores (Ajch'ab'”l), le dijeron al hombre más fuerte del pueblo que fuera a buscar ese alimento. El hombre tenía un perro muy listo y se lo llevó. Se fue corriendo hasta llegar al cerro Juyu Sanco’th, donde encontró unas piedras muy grandes. Aunque le costó mucho, el hombre las partió con ayuda del perro. Al quebrarse las piedras, saltaron mazorcas de maíz, pero cuando terminaron de brotar salió una culebra muy grande, la que se enroscó, mordió al hombre y lo metió al cerro. Entonces el perro que era muy listo, agarró con el hocico una mazorca, corrió y llegó al lago, lo atravesó nadando como pudo hasta llegar al pueblo donde todos lo querían agarrar, pero el chucho sólo se dejó tomar de la mujer de su dueño y le dejó caer la mazorca a los pies.
Ellos sabían que otras comarcas ya los tenían. Entonces los ancianos rezadores (Ajch'ab'”l), le dijeron al hombre más fuerte del pueblo que fuera a buscar ese alimento. El hombre tenía un perro muy listo y se lo llevó. Se fue corriendo hasta llegar al cerro Juyu Sanco’th, donde encontró unas piedras muy grandes. Aunque le costó mucho, el hombre las partió con ayuda del perro. Al quebrarse las piedras, saltaron mazorcas de maíz, pero cuando terminaron de brotar salió una culebra muy grande, la que se enroscó, mordió al hombre y lo metió al cerro. Entonces el perro que era muy listo, agarró con el hocico una mazorca, corrió y llegó al lago, lo atravesó nadando como pudo hasta llegar al pueblo donde todos lo querían agarrar, pero el chucho sólo se dejó tomar de la mujer de su dueño y le dejó caer la mazorca a los pies.
LA TATUANA
El Maestro Almendro era un anciano de larga
barba, tan blanca como un pedazo de algodón, ojos soñadores y tranquilos como
el atardecer de primavera en un lago... Con el correr de los años se había
convertido en un pozo de sabiduría; nadie como él sabía leer los jeroglíficos
de las constelaciones, entender el lenguaje de la piedra que habla y reconocer
las plantas que lo curan todo.
Un día amaneció convertido en árbol, y cuando
llegó la luna del Búho Pescador, repartió su alma entre cuatro caminos, que al
marcharse tomaron direcciones distintas. El camino Blanco marchó hacia la
esperanza de tierras nuevas.
El Verde, en busca de la primavera. El Rojo,
al éxtasis profundo del trópico. Y el Negro, con rumbo a la oscuridad sin fin.
El camino Blanco iba feliz, mecido en sus
ilusiones, por eso no sintió que una tímida paloma lo llamaba, para que le
diese el alma del Maestro; con ella podría mecerse en blandos sueños. Tampoco
el Rojo oyó el clamor con que un corazón rojo intentaba distraerlo para tomarle
el alma. Los corazones son prácticos en la traición y nunca devuelven las cosas
prestadas. Un emparrado verde, deseoso del alma del Maestro, llamó también al
caminito Verde, sin obtener respuesta.
En el Camino Negro nadie reparó, por eso llegó
enseguida a la ciudad, la cruzó rápidamente, llegó al barrio de los Mercaderes,
y al Mercader de Joyas sin precio, regaló el alma. Al saberlo, un frío estremecimiento
recorrió el cuerpo del Maestro, que sintió helársele la savia, hasta que,
despojado de su envoltura de corteza, recobró su forma real.
El polvo de los caminos se levantaba a su paso
para adherirse a sus sandalias. Una luz radiante, que de clara turbaba la
vista, en los mediodías espléndidos, o la blanquecina y recatada de la luna
fueron envolviéndolo sucesivamente en su largo peregrinar en busca del alma
perdida. La gente miraba extrañada a aquel anciano de barba rosa y túnica
verde, y los pastores a quienes interpelaba a su paso en los valles recogidos o
en los montes frondosos, olvidaban la respuesta, prendidos en el hechizo que
parecía desprenderse de él.
Al fin llegó a la ciudad, que seguía su ritmo
acostumbrado: el agua caía cadencioso sobre los cántaros de las mujeres que
aguardaban al pie de la fuente; un grupo de hombres se adormecían debajo de las
palmeras, al compás de las canciones de su tierra, que un organillo dulzón
desgranaba lento. Nada de esto advertía el Maestro, porque pensaba en recuperar
su parte de alma, que encontró, finalmente, en una caja de cristal en la tienda
del Mercader de Joyas sin precio.
- ¿Cuánto pides por ella? - preguntó Almendro.
- No tiene precio - fue la respuesta tajante
del vendedor.
Y el viejo, en su desvarío, ofreció montones
de perlas, lagos de esmeraldas, piedras preciosas sin cuento para construir
palacios de leyenda. En vano, él guardaba la parte del alma, para obtener en
cambio la esclava más bella del mercado. Una nube de amargura cruzó por los ojos
del Maestro, que marchó sin rumbo...
Cuando hubieron pasado cuatrocientos días, que
componían el año en aquellas tierras, el trotar de un caballo ligero estremeció
la campiña. En él iban montados el mercader y una esclava que casi oscurecía en
belleza al mismo sol. Palabras de miel y azúcar deslizaba en los oídos de su
amada, que lo escuchaba absorta.
- Vivirás en un palacio fantástico y cien
criados estarán a tus órdenes, para complacer tus más pequeños caprichos. Te he
comprado por un trocito de alma que quisieron que devolviera a cambio de una
fortuna fabulosa, por eso te lo mereces todo. Seremos felices al conjuro del
amor. Nada ni nadie nos turbará y nuestra dicha será eterna...
Sin apenas advertirlo, a la calma infinita
sucedió la catástrofe. Una tempestad horrible comenzó a descargar; las nubes
derramaban agua sin cuento; los truenos y relámpagos se sucedían y un huracán
enorme lo devastaba todo. El caballo del Mercader, asustado, se desmandó y él
vino a dar de cabeza contra un árbol.
Había pasado mucho tiempo y el Maestro seguía
deambulando, siempre con la misma pregunta a flor de labios. Una tarde llegó a
la puerta del Mercader de Joyas sin precio y salió a abrirle la esclava. Una
dulce afloranza envolvió a los dos, que ya no pudieron dejar de mirarse: era
como si después de mucho tiempo volvieran a encontrarse.
Pero una algarabía ensordecedora vino a
turbarlos. La justicia los reclamaba: a él por brujo; por endemoniada a ella.
Los encarcelaron y fueron condenados a morir quemados vivos.
La víspera de la ejecución, el Maestro tatuó
en el brazo de la joven un barquito, mientras le decía:
- No quiero que mueras; por virtud de este
barco puedes obtener la libertad. Dibuja otro en el aire, en el agua, donde
quieras, cierra los ojos, entra en él y huye...
La Tatuana lo hizo así y al punto se
desvaneció, escapando de la muerte. Y cuando al día siguiente, entraron los
soldados por ellos, sólo encontraron en la celda un árbol seco con flores de
almendro sonrosadas, entre sus ramas...
EL CABALLO DE CORTÉS.
Uno de los cuentos más arraigados en Petén es la del Caballo de Cortés,
que se escucha en los pueblos del lago como San Miguel y Santa Elena. Cuentan
que cuando Hernán Cortés, en los tiempos de la Conquista de México y Guatemala,
dirigía su expedición hacia Honduras, y cuando pasó por las márgenes del lago
Petén Itzá; como iba "muy cansado y agotado", dejó recomendado su
caballo a los Itza'es del Señorío del Rey Caneck.
Cortés ya no regresó a México por esa ruta, y el caballo se quedó con los itza'es, pero el animal se murió de tristeza porque ellos le daban de comer flores y plumas preciosas, y no lo sacaban a pasear. Los indígenas con la pena de quedar mal con Cortés, construyeron uno de piedra, "igualito y del mismo color".
El caballo quedó entre los itza'es, quienes lo adoraron como deidad. Pero una vez que querían trasladarlo de la punta del Nij Tum cerca de San Andrés, hacia la Isla de Flores; la balsa donde lo llevaban dio vuelta, el caballo cayó al agua y quedó parado en el fondo del lago. Los lancheros dicen que el caballo está todavía ahí, frente a Tayasal, es decir, frente a la Isla de Flores, y puede ser visto en las mañanas claras.
Cortés ya no regresó a México por esa ruta, y el caballo se quedó con los itza'es, pero el animal se murió de tristeza porque ellos le daban de comer flores y plumas preciosas, y no lo sacaban a pasear. Los indígenas con la pena de quedar mal con Cortés, construyeron uno de piedra, "igualito y del mismo color".
El caballo quedó entre los itza'es, quienes lo adoraron como deidad. Pero una vez que querían trasladarlo de la punta del Nij Tum cerca de San Andrés, hacia la Isla de Flores; la balsa donde lo llevaban dio vuelta, el caballo cayó al agua y quedó parado en el fondo del lago. Los lancheros dicen que el caballo está todavía ahí, frente a Tayasal, es decir, frente a la Isla de Flores, y puede ser visto en las mañanas claras.
Los lancheros de San Benito cuentan que han escuchado los relinchos del caballo en las noches del Día de San Juan, y que se oyen sus pasos en el fondo del lago.
Los habitantes de la aldea El Remate, dicen que debido a las flores que
le dieron al caballo, a la isla se le dio el nombre de Flores.
La leyenda cuenta que... Un día, como a las seis de la tarde,
aparecieron el la esquina de la casa de Celina cuatro mulas amarradas. Pasaron
por allí dos vecinas y una de ellas dijo: "¡Qué raro! ¿No serán las mulas
del sombrerón?".
"¡Dios nos libre!" dijo la otra, y salieron corriendo. A esa
hora, Celina comenzaba a dormirse porque ya se sentía muy cansada. Entonces
comenzó a oír una música muy bonita y una voz muy dulce que decía:
"eres palomita blanca como la flor de limón, sino me das tu palabra me moriré de pasión".
Desde ese día, todas las noches, Celina esperaba con alegría esa música que sólo ella escuchaba. Un día no aguantó la curiosidad y se asomó a la ventana y cual siendo la sorpresa, ver a un hombrecillo que calzaba botitas de piel muy brillante con espuelas de oro, que cantaba y bailaba con su guitarra de plata, frente a su ventana.
"eres palomita blanca como la flor de limón, sino me das tu palabra me moriré de pasión".
Desde ese día, todas las noches, Celina esperaba con alegría esa música que sólo ella escuchaba. Un día no aguantó la curiosidad y se asomó a la ventana y cual siendo la sorpresa, ver a un hombrecillo que calzaba botitas de piel muy brillante con espuelas de oro, que cantaba y bailaba con su guitarra de plata, frente a su ventana.
Desde entonces, Celina no dejó de pensar en aquel hombrecito. Ya no comía, sólo vivía esperando en momento de volverlo a escuchar. Ese hombresito la había embrujado.
Al darse cuenta los vecinos, aconsejaron a los padres de Celina que la llevaran a un convento para poderla salvar, porque ese hombrecito era el "puritito duende".
Entonces Celina, fue llevada al convento donde cada día seguía más
triste, extrañando las canciones y esa bonita música. Mientras tanto el
hombrecito se volvía loco, buscándola por todas partes.
Por fín la bella Celina no soportó la tristeza y murió el día de Santa Cecilia. Su cuerpo fue llevado a la casa para velarlo. De repente se escuchó un llanto muy triste. Era el sombrerón, que con gran dolor llagaba a cantarle a su amada: "ay...ay... mañana cuando te vayas voy a salir al camino para llevarte el pañuelo de lágrimas y suspiros"
Los que vieron al sombrerón cuentan que gruesas lágrimas rodaban mientras cantaba: "estoy al mal tan hecho que desde aquí mi amor perdí, que el mal me parece bien y el bien es mal para mi". Toda la gente lloraba al ver sus sufrimiento. Y cuentan que para el día de Santa Cecilia, siempre se ven las cuatro mulas cerca de la tumba de Celina y se escucha un dulce canto: "corazón de palo santo ramo de limón florido ¿por qué dejas en el olvido a quien te quiera tanto?"
Y es que se cuenta que el sombrerón nunca olvida a las mujeres que ha querido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)